sábado, 1 de noviembre de 2008

Del abstracto al cemento.

Después de sentirse en el cielo y susurrar al oído de forma cachonda “Rosita chiquita me vuelves loco”, Pablo da por terminado el encuentro con marcador uno a cero, apuntándose una nueva victoria en el arte del placer. Esta seguro que por lo menos ha inventado un movimiento nuevo que podría patentar en el Kamasutra y siente que cerró con broche de oro uno de sus famosos y legendarios desempeños de casi 10 minutos. Después de cerrar los ojos y decirse a si mismo: “mi mismo soy un dios, el palo del año, como un vino, que entre más viejo soy, mas buenote me pongo” y con el ego inflado, que a estas alturas es lo único en la habitación, da un salto de tigre, prende la luz y ve a la mujer que espera en la cama con una mirada seria, con una actitud como si le debiera una explicación y como buen caballero que es la ignora y le dice: “Gordita mi reina vístete que te llamo un taxi. El avión de mi esposa llega en 3 horas y tengo cosas que hacer”.
Al cerrar la puerta y echarle una última miradita y saborear ese culo que se aleja, está listo para desperdiciar energía. Así le dice Enrique su mejor amigo cuando lo sermonea. Lo aburre con platicas de moral e invitaciones continuas a no cagarla con sus indiscreciones. La cantaleta de siempre: que sus aventuras son un gasto de energía inútil y por más estimulante y cachondas que sean después tiene que perder el tiempo y pensar en todas las variables, no dejar rastro, pensar en todo lo que pueda delatarlo, borrar los mensajes, las llamadas, el olor de los perfumes, los recibos de los restaurantes, pensar en lo que puede o no decir, limpiar las cosas, dejar todo como si nada hubiera pasado.
Termina de arreglar todo en la casa, por ultimo cambia las sabanas y mete su ropa a lavar. Él se mete a bañar para que las gotas borren todos los restos de sus actos y lo purifiquen. De esta forma la casa sigue siendo un monumento a la fidelidad.
Al salir de la regadera, escucha la puerta principal, corre al closet, saca unas flores y prende unas velas. Por último endereza el marco con la foto de la luna de miel de su esposa que esta sobre el buró, que siempre acuesta por respeto a ella. Baja las escaleras y grita a todo pulmón “¡donde está el amor de mi vida!”. Al entrar en la sala ve las maletas en el piso y solo escucha ruidos. Se dirige a la cocina donde los ruidos se convierten en voces. Al entrar en la cocina apenas alcanza a esquivar un plato volador que no tiene nada de extraterrestre. Al ponerse de pie y preguntar qué diablos pasa, toma aire y trata de entender lo que sucede. En la cocina está Claudia, la mejor amiga de Sara, que parada sin decir nada, con los ojos llenos de agua, espera junto a las ollas y los sartenes inmóvil. No sabe qué hacer, que decir. Se hace un silencio. De pronto unas palabras: Lo sabe todo, tus engaños, tus mentiras, todo. Creo que será mejor que me vaya dice Claudia.
En ese momento, Pablo trata de recordar todo lo sucedido, buscando donde estuvo el error, que omitió, a quien no vio, que detalle paso por alto. Como es posible que lo descubrieran, si era el plan perfecto y lo más importante, piensa en encontrar la mentira más verdadera para salir del problema y convencer a su esposa que es solo un mal entendido, chismes de la gente.
Cuando Claudia pasa frente a él camino de la puerta, con odio en sus ojos la sujeta del brazo y le dice: ¡no entiende por qué lo ha hecho! ¿Por que destruye una familia con mentiras?
Justo antes de caer al suelo inconsciente por el sartenazo que Sara le da en la cabeza, ella le responde al oído “soy Claudia y creo que después de esto no volverás a llamarme Rosita Chiquita”.

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