lunes, 8 de junio de 2009

LaLo


Hoy tome el teléfono y llame a mi hermano, no hablábamos desde la última vez, y sin embargo, me resulto tan familiar su voz que con cada palabra los días que llevamos sin hablar, uno a uno van desapareciendo.
A pesar de escuchar sus problemas cotidianos y sus entupidas teorías de la vida, que me llenaron el corazón y la boca de sonrisas, no puede guardar en mis ojos las lagrimas que se me escapaban cuando me confirmaba la noticia que minutos antes había leído y no podía creer. Lazaro, amigo y compañero de aventuras, cambia de cuerpo. Solo espero que esta evolución venga con la oportunidad de volverle a saludar.
Extrañare todos los ruidos de bienvenida que me daba al llegar y las cosas que me decía con su mirada. Abrazos para la familia de lalo:L,L y B.

jueves, 4 de junio de 2009

Cosas de la vida.

Sale a caminar. En su muñeca el reloj marca las ocho de la noche. Es verano, el sol no esta presente, pero hay suficiente luz entre las callejuelas. Va a casa de sus padres para darles la noticia. Lleva el tiempo justo para tomar una infusión con Teresa, su madre, escuchar reclamos de su padre y luego regresar a trabajar.

Cumplió hace un par de semanas veintiún años, y hace cuatro salio de su casa por amor a un hombre casado que le puso un piso al volverse adicto a su cuerpo. Entre tantas cosas que le prometió, que le enseño del mundo y de la vida, entre viajes, clases de cocina, cursos de masajes, nunca imagino que después encontraria alguien de menor edad y le cambiaría. Aunque no la abandono a su suerte por el cariño que todavía le tiene. Mientras camina recuerda la charla que tuvieron, donde le comento que, para que de verdad se diera cuenta que la dejaba por amor del bueno y que no era broma que estaba preocupado por su futuro, le daría su teléfono y recomendaría sus servicios con amigos, clientes, gente de dinero e influyente que conocía. Ahora recordaba risueña la cara que se le quedo cuando termino diciendo que tendría que aprender el arte de la prostitución para poder mantenerse y seguir pagando el piso que le habría regalado.

Piensa que el día es fabuloso y la temperatura es la adecuada. Lleva una blusa que deja al descubierto sus hombros delgados y fuertes, en su andar se nota la buena condición física, además de tener un escote prominente, ya que una de sus últimas conquistas fue lo suficientemente altruista como para pagar la operación y darle un volumen digno que antecede a tanta belleza. Trae su falda de algodón lila, esta de moda con olanes que con la brisa se mueve de un lado al otro, en momentos abre las puertas a esas largas piernas que se deslizan al ritmo del golpeteo de sus tacones, que hacen eco por toda la calle dando aviso a los despabilados para que se preparen y se tomen el tiempo para mirar y deleitar sus pupilas.

Cuando llega a la calle de San Pablo donde paso toda su infancia, todos la miran, pero pocos saben quien es en realidad y los que lo saben por pena o por discreción evitan cruzar cualquier palabra. Cuando esta cerca de la casa de sus padres, ve a Maria su vecina y le lanza un “buenas noches” cordial; ella apenas reconoce la figura pero la voz se le hace más familiar, sin dudarlo y por educación le devuelve el saludo. Toca el portón de su casa, es el número sesenta y cuatro, Teresa abre la puerta. “Madre mía, que te haz hecho, no jodas, que cuando te vea tu padre le va a dar un infarto” dice su madre, pero antes de cualquier cosa ella ha inclinado la cabeza para que su madre la persigna. Luego le da un par de besos y un fuerte abrazo. Pasan al salón, donde se queda mirando fotos de su niñez mientras Teresa se va a la cocina y apaga el agua que hierve, prepara las infusiones y unas palmeras con chocolate, que sabe le gustan tanto.

Cuando vuelve de la cocina pregunta por los abuelos y su padre. Su madre comenta que cada vez están más viejos y quejándose como de costumbre. Y le aclara que si la noticia que tiene es que se opero las tetas mejor se lo hubiera dicho por teléfono, que ya debería imaginarse como le iba a caer a su padre, que ahora lo lleva todo fatal, que sufrió un accidente laboral y tendrá que estar de baja cuatro meses, que podría poner en riesgo la renovación de su contrato además de perder unos dedos de la mano izquierda. Despues del bombardeo de noticias, no puede creerlo, en silencio y sin saber que hacer solo le queda tomar un sorbo de menta-poleo. Pero después le reclama poniendo cara de victima “¿Cómo es posible que no me avisaras?”. Teresa le replica, repitiendo el gesto con la menta-poleo, que el accidente ya fue hace dos semanas, por su cumpleaños y que, como estaba en Jaca tan feliz, no quería molestar. “Joder, como va a ser molestia; es mi padre” le grita al mismo tiempo que entra su padre por el portón. Se le cambia la expresión del rostro, como si viera a un resucitado. Corre a abrazarlo al mismo tiempo que le lanza un “Papi, pero que te ha pasado”, pero antes que pueda hacer nada, José le da un tremendo tortazo que aterriza en su cogote y le voltea hasta el sofá. Entonces José con lagrimas en los ojos, murmura “Me cago en la leche lo que me faltaba, yo pierdo dos dedos y el marica de mi hijo gane dos tetas”.