sábado, 25 de octubre de 2008

Región Abuela

Es domingo y como cualquier otro domingo solo tienen un destino como familia, el de siempre. El pequeño le llama región abuela. En domingo todo gira en torno a visitar a los abuelos, puede ser un desayuno, una comida o solo una visita rápida. Para los abuelos una salida de su rutina diaria, al ser los de su hija son los más cercanos.
Camino a casa de los abuelos en la Roma que es una de esas colonias de la ciudad de México que se caracteriza por tener historia con calles y edificios tan viejos y callados como los mismos abuelos van asomándose por las ventanas y saludando a los demás coches esperando recibir saludos y sonrisas. El niño espera con paciencia que alguien no lo salude para así tener un pretexto y sacarle la lengua sin remordimiento.
Al bajarse del coche los niños piden dinero para comprar tortillas de harina dulces que serán el postre después de la comida, sabiendo de antemano que antes siquiera de salir de la tienda su madre les habrá dado algunas de las piezas rotas que hay al fondo de la bolsa. Al abrir la reja de la vecindad de Coahuila 55, se puede ver lo largo del pasillo, que conforme se avanza se ensancha y deja ver una tras otra las puertas de los vecinos. A los niños les hierve la sangre y los cubre un sentimiento de competencia olímpica que llena sus venas. Mirándose uno al otro y sin decirse nada, empiezan a correr para ver quien llega primero. Esperan el momento que la abuela abra la puerta y diga: “quienes son los niños más lindos del mundo” empezando así una oleada de besos y abrazos.
El primer acto de protocolo político es saludar al abuelo que como siempre está en su mesa en la sala jugando cartas y viendo el futbol en la tele blanco y negro. De cara larga, piel arrugada, ojos hundidos y grandes. De pocos pelos, pero eso sí, todos en su lugar bien peinados, se voltea y les dice la misma frase sin sentido de todos los domingos: “como anta le vu, de la san juan de la pate”.
Después de un gran desayuno y de contarle a la abuela, el pequeño que lo hace todo mejor, y la mayor que el mocoso miente. La abuela toma su suéter y su monedero de piel negra que es hora de ir a misa. El pequeño sigue sin entender esto de ir a misa pero lo disfruta, le parece misterioso el por qué puede molestar a su hermana pero en silencio. Luego llega una de las partes divertidas, el momento de hincarse y pararse un par de veces. La parte de saludar a los vecinos no es de su preferidas, piensa que no tiene chiste darle la mano a gente que no conoce con tanta familiaridad y luego no volverlos a ver nunca. Luego la hermana y la abuela hacen la fila para ir por la comida él sigue sin el valor de acompañarlas, pero tampoco le agobia mucho porque sabe que la abuela a la salida le comprara la bolsa con los recortes de las ostias para echarles cajeta. Después la parte que más le ilusiona. La que hace que la espera valga la pena. Descubrir si hoy es el día en que por fin el pasante de mago haga su trabajo o será lo de siempre, así que con calma toma el dinero que le da la abuela y espera su turno después de su hermana. Cuando llega el momento deposita las monedas en el saco mágico mientras susurra la palabra mágica: “shazammm”. El mago dice gracias y desaparece, que hasta hoy es su único truco mágico. Molesto con el ilusionista bueno para nada, que después de recibir el dinero se esfuma, sin sacar al conejo de la bolsa y por primera vez desde que tiene memoria sorprender a los presentes.
Al salir pasan por el parque una parada obligatoria después de misa, su suben a los juegos y de salida pasan a los puestos de la feria y por un par de pesos y unos lanzamientos de canicas dignos de campeones obtienen sus trofeos que esta semana vienen en forma de: ranas saltarinas, soldaditos de plástico, pistolas de dardos y juegos de té. Mismos que les duraran hasta el próximo domingo que regresen por mas juegos, misas, abrazos y recuerdos a la región abuela.

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