jueves, 23 de octubre de 2008
Visado
Todo empieza con un sueño, la ilusión que tiene de viajar y el primer paso una llamada al servicio de citas de la embajada de EEUU. Por si fuera poco, la llamada le cuesta como cuando maraca a las hotlines para quitarse el insomnio después de estar dando vueltas en la cama sin poderse dormir. Un despertador incomodo le grita que es de madrugada y que hay que tomar un tren y llegar a la cita a tiempo. La noche anterior mira una y otra vez la lista de requisitos que le pidieron cumplir en su totalidad. Sin quitarle los ojos de encima por que le pudiera suceder que misteriosamente apareciera un requisito nuevo en el segundo que le tomara mirar la tele. Los checa una y otra vez: el pasaporte, las cuentas de banco, las fotos, el recibo que justifica que pago, y le da el derecho a ser maltratado. Cree que está todo listo, que está preparado para enfrentar a su enemigo, de nombre Consul sapiens, esta especie que luego se pasa de mamífera habita detrás de un cristal como en una gran pecera. Ir a la embajada es como visitar el zoológico pero sin los animales…… interesantes. Todo va casi perfecto el taxi, el tren, el taxi. Apenas se baja y puede ver a la gente haciendo una fila, conforme se acerca ve que las personas están enseñando sus documentos a una muy amable e informadora mujer, la cual con una gran sonrisa le dice "su papel no sirve porque la impresión es de mala calidad y tiene que hacerla de nuevo". En este momento pasa por su mente que todo está perdido los sueños de viajar y conocer se alejan poco a poco y de pronto una luz de esperanza, la burocrática mujer le dice con la misma sonrisa que lo había despachado que el problema tiene solución. Le informa que a unas cuadras hay un centro de negocios donde puede llenar el formato nuevamente. Una vez ahí otra mujer detrás de un gran mostrador negro y solemne le dice sin sonrisa amable, que al comprar solo media hora, correrá el riesgo de no terminar y perder la información. Seguro de si no duda y pide la media hora y menos si tuviera la opción con la seguridad que no le tomaría mas de 5 minutos llevar a cabo la tarea. Empieza a llenar la información y junto a él como prueba karmica se instala una monjita que antes que pudiera presinarse y prender su equipo empieza con una serie de preguntas sobre el misterioso uso de la computadora y sus enigmas. Como si el trajera puesto un chaleco que lo acreditara como personal del establecimiento. Como no quería enojar al todopoderoso y jugarle al vivo, le brindaba la asistencia técnica que podía mientras hacia su trabajo, que termino a la perfección cerrando con broche de oro con una impresión digna de una obra de arte. De regreso y con una fila mayor a la que habia encontrado la primera vez se forma al final, y de pronto la fortuna le sonrió, la mujer que lo había mandado a hacer todo de nuevo y con una nueva revisión de los papeles lo pasaba al principio de la fila y le comentaba que la foto que traía tenia medio centímetro menos pero que no se preocupara por que dentro podría sacarse unas fotos. Pasandos los detectores de metales y seguridad, obtuvo su número el 109 igual al que te dan en la fila cuando va al supermercado a comprar jamón, el número como tal le gusto pero al mirar la pantalla y ver que atendían al número 79 sabia que sería un día largo. Con tiempo de sobra se dirigió a la máquina de las fotos oficiales que tenían el costo oficial de 6 euros y con 2 euros en monedas y 2 billetes de 50 euros creía que no habría ningún problema hasta que miro la maquina que solo cambiaba billetes de 5, 10 y 20 euros. Se dirigió a las personas que tenia junto y a las de la fila que esperaban a tomarse la foto y nada. Fue a donde llenaban datos de solicitudes nuevas y nada. Al parecer nadie tenía para cambiar su billete. Adentro había una caja para uso interno y en la ventana tenía un gran letrero que decía "NO CAMBIAMOS BILLETES Y ABSTENGASE DE PEDIRLO". Penso que la suerte le jugaba una broma macabra y a lo lejos el destino, Carlos un diplomático de altaescuela que no escapaba de la burocracia y le hacían perder el mismo tiempo como a todos los demás. Se acerco a platicar y le pidió de favor le cambiara el billete, y claro como que los planetas no se habían alineado en Marte y era viernes, Carlos no tenía dinero ni para cambiar el billete o financiar las fotos. El contador no dejaba de avanzar más lento que el tiempo pero avanzaba poco a poco llegando al 101, y al darse cuenta del riesgo que corría, decidió apelar al sentimiento de ayuda desinteresada del ser humano. Enrollando la solicitud como cucurucho la uso como megáfono para informar al público presente la oportunidad de cambiar 50 por 40. Esta opción tuvo rápida aceptación entre los tertulianos que le rodeaban y hasta ese momento lo habian ignorado. Con las monedas en mano se tomo la foto de calidad oficial y estaba listo para su cita con el destino, mismo que tomo un par de horas en llegar. El ritual empezó entregando primero los papeles para una pre verificación. Después la toma de huellas digitales. Por último una serie de preguntas estratégicas diseñadas para descubrir algún complot secreto como: por qué quieres viajar, tomas Coca o Pepsi, tienes familiares viviendo en los EEUU, a que te dedicas, en Mc Donalds pides cajita feliz, etc.. Después de un escrutinio digno del FBI le informaron que había pasado la prueba final y era uno de los afortunados ganadores del visado y próximamente le llegaría a su domicilio claro previo pago de otra cuota de recuperación. Y con una sonrisa salia al abrirse las puertas del edificio gubernamental, y con un solo pensamiento en la mente, sus próximas vacaciones, no podía esperar para comerse el mundo entero y poder iniciar la aventura y al fin viajar y salir del pueblo que lo había tenido cautivo como pajarillo enjaulado y conocer con sus propios ojos uno de sus monumentos preferidos que solo había visto en postales, libros, noticieros y con que siempre había soñado desde pequeño. . . . . . . . . El Big Ben.
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